La frustración es una emoción compleja que nos invade al ser conscientes de que no conseguimos algo que tiene un gran valor para nosotros. Y como vivimos instaurados en la inmediatez, en las prisas, corriendo de un lado a otro mientras realizamos múltiples tareas, obteniéndolo todo con un solo clic, sin grandes esfuerzos,… Nos cuesta aceptar aquello que no nos sale a la primera. Y entonces surgen los problemas para gestionar la frustración, para canalizar las expectativas incumplidas.
En las aulas de nuestro colegio queremos que nuestros estudiantes crezcan en competencias y habilidades, pero también en inteligencia emocional, una herramienta fundamental para su éxito personal, académico y profesional.
Porque la frustración es susceptible de aprendizaje y los niños pueden desarrollar la capacidad de identificar la frustración, un sentimiento que mezcla enfado, decepción, tristeza, ansiedad, ira… Es importante que sean capaces de rebajar la tensión y la intensidad de esas emociones para alcanzar la calma, que será el momento de analizar y buscar las soluciones posteriores.
Desarrollar la tolerancia a la frustración permite a los niños asumir de manera saludable situaciones difíciles y, al igual que a un adulto, debe aprender cómo gestionarla para afrontar los obstáculos del día a día.
La necesidad de reconocimiento, atención, autoafirmación e independencia son algunas de las causas más comunes de la frustración infantil. Si nuestros hijos no aprenden a controlar correctamente sus emociones, se desmotivarán al mínimo contratiempo y abandonarán sus objetivos constantemente.
Desarrollar la tolerancia a la frustración les ofrece la posibilidad de adaptarse a los retos y dificultades de la vida, solicitando ayuda cuando sea necesario, sabiendo encajar las críticas y trabajar mejor en equipo.
Seis estrategias para ayudar a nuestros hijos a tolerar y afrontar la frustración