Con el bachiller no se juega
Ya nadie discute que un proyecto educativo fundamentado exclusivamente en conocimiento es insuficiente para dar respuesta a las necesidades educativas de los alumnos actuales. Hablamos con frecuencia de competencias, destrezas o de saber hacer e implementamos políticas educativas y programas para asegurarnos de que damos respuesta a estas necesidades, en concreto estas políticas está funcionando con mucho éxito en las primeras etapas educativas y en la Enseñanza Secundaria Obligatoria.
Sin embargo, cuando llegamos al bachillerato… ¡ojo!, con el bachillerato no se “juega”.
El objetivo de bachillerato, dicen, es asegurarnos el acceso a la universidad con las mejores calificaciones posibles. No es etapa para aventuras pedagógicas.
Sin duda, esta desconfianza de algunos docentes en el nuevo saber hacer educativo, carece de justificación. Existen evidencias de que un bachillerato con la mirada amplia, real y enriquecida que aportan las nuevas metodologías supera claramente los resultados de las metodologías más tradicionales.
Pero lo que es todavía más grave, ¿necesitamos dos años de la vida de nuestros jóvenes sólo para prepara un examen? Sin duda es un buen entrenamiento para el futuro opositor, pero los que así piensan están defraudando la confianza que las familias depositan ellos, pues olvidan que no es suficiente asegurarse el acceso a la universalidad, además debemos dotarles de las habilidades necesarias para triunfar en ella, y esto no se reduce exclusivamente al dominio del currículo y a la realización de una prueba externa. Parecía que la vieja diatriba instrucción versus formación estaba superada. ¿Acaso el alumno de bachillerato no ha de formarse? Sin lugar a dudas, es nuestra prioridad. Dediquemos algunas líneas a este asunto nuclear.
Cada vez es más frecuente encontrar en los colegios más comprometidos el término enriquecimiento aplicado al bachillerato. Así, se desarrollan programas específicos, que en algunos casos no pasan de ser propuestas de voluntariado inducido o ampliaciones curriculares camufladas. Sólo unos pocos entienden estos programas como una oportunidad para acercar a los alumnos a la realidad, más allá de los programas académicos, una oportunidad que no podemos desaprovechar en este mundo hipercomunicado pero desinformado. En los últimos años, en nuestros colegios hemos realizado diversos pilotos de programas de enriquecimiento con desigual éxito. Y la reflexión sobre estas experiencias han hecho posible el desarrollo del programa CEU Inschool University Diploma en Innovación Social.
Empecemos por reconocer que la participación exclusiva de los profesores de bachillerato en estos programas termina convirtiéndolos en ampliaciones más o menos curriculares. Para conseguir el objetivo hemos de introducir cambios reales. Necesitamos sacarlos del contexto escolar pues es la única garantía de que cumplan fielmente su cometido. ¿Qué actores deben intervenir entonces? Por un lado, la universidad que asegura la orientación competencial del modelo universitario, por otro lado, los agentes sociales y empresariales, que aterrizan el programa en la realidad, vinculado la acción a los retos sociales que propone nuestro ideario, y por último, especialistas en innovación que incorporan la coherencia del enfoque global. El cóctel ya está servido.
La mira de nuestros alumnos estará formada como corresponde. Personas con un pie en la vida adulta, con formación específica en la modalidad elegida, con experiencia en modelos de indagación, en trasladas su saber y su saber hacer en la comunidad, comprometidos, reflexivos, curiosos y con marco de valores claro.
¿Quién se conforma ahora? ¿Podrán ser estos los selectos son los sujetos que están llamados a ejercer un poderoso influjo social de los hablaba don Ángel Ayala? Me permito contestar, sin duda.
Luis Martínez-Abarca. Director del Área de Colegios CEU.