El juego, una herramienta fundamental para el aprendizaje de los niños
Cristina Noriega, profesora de Psicología Social Universidad CEU San Pablo, reflexiona en este artículo sobre el tiempo libre que tienen los menores.
Llegó octubre, el mes de inicio de las extraescolares. Y las agendas de los niños están más repletas de actividades que las de un CEO. Es curioso que siendo el juego una necesidad vital de la infancia, como respirar o comer, esté perdiendo cada vez más fuerza frente a las actividades estructuradas, las pantallas y las presiones académicas.
Para muchas familias, las extraescolares son un recurso para poder conciliar. En otros casos, hay un miedo excesivo a que «se vayan a quedar atrás» en una sociedad tremendamente competitiva. Otros refieren que así no «pierden el tiempo» y «hacen algo manteniéndose ocupados». Por una razón u otra, cada vez nos encontramos con más niños sobre estimulados, estresados y saturados de información; con más dificultades para concentrarse, autorregularse y negociar con los demás; y que no saben gestionar el aburrimiento ni qué hacer si no hay algo organizado.
El juego, ¿la mejor extraescolar para los niños?
Pero jugar no es una pérdida de tiempo. Es la mejor herramienta de aprendizaje en los niños. El juego fomenta las relaciones con uno mismo y con los demás y permite asimilar los aprendizajes y experiencias. Un niño que juega en los toboganes del parque está aprendiendo las normas sociales, a compartir y entender la importancia de los turnos; le está ayudando a gestionar la frustración y a demorar la gratificación además de contribuir al desarrollo de sus habilidades motoras. Una niña que juega con plastilina a hacer figuritas está desarrollando creatividad, atención plena y motricidad. Unos niños que juegan a representar misiones de Patrulla canina se están comunicando con su entorno, expresando sus fantasías y temores en un contexto seguro…
Por supuesto que no quiero hacer crítica a las extraescolares, siempre y cuando respondan a las necesidades y gustos de los niños en lugar de las de los padres. Pero me parece necesario reflexionar si quizás, en muchos casos, hay demasiada estimulación, planificación y control. Si cada vez hay más expertos que afirman que el niño que no juega no aprende, ¿por qué no estamos dejando a los niños tiempo para descansar, disfrutar, reflexionar, investigar, asimilar y, en definitiva, jugar?