Educar en la resiliencia para saber afrontar los desafíos de la vida
La capacidad de hacer frente a los imprevistos y los problemas es importante en cualquier etapa de la vida. Familias y educadores tenemos el reto de educar a nuestros niños y jóvenes en un mundo muy cambiante, cada vez más global y digitalizado, en el que la incertidumbre es la gran protagonista. En los Colegios CEU tenemos el compromiso de formarles para que sean los líderes con corazón que necesita la sociedad.
Nuestro objetivo, formar profesionales de éxito y personas felices
Sin duda en la adolescencia puede resultar más complicado motivar a un joven para que quiera realizar ciertas actividades. Aunque es siempre más sencillo si son aquellas que le apasionan.
La Dra. Rafaela Santos, Doctora en Neuropsiquiatría y presidenta de la Fundación Humanae para la resiliencia, nos ofrece algunas pautas para educar en la felicidad:
- Padres, profesores y tutores deben estar alineados y en plena sintonía. Porque se educa a través del ejemplo, el cerebro aprende por modelado. Intentamos educar por palabras pero lo que arrastra es el ejemplo. Cuando hay disparidad entre lo que decimos y lo que hacemos, nuestros hijos se quedan con lo que se ve.
- Hay que evitar la sobreprotección del niño para no convertirlo en una persona vulnerable. Para ser una persona feliz, debe ser capaz de adaptarse a las circunstancias que le rodeen y afrontar con seguridad los obstáculos que vayan surgiendo por el camino.
- Tiene que haber un equilibrio entre la inteligencia, las emociones y la voluntad.
¿Cómo podemos educar para la felicidad?
La buena noticia es que se puede desarrollar la resiliencia. El cerebro tiene la capacidad de transformarse, de modificarse con las experiencias, con los acontecimientos, con todo lo que va a aprendiendo. Tenemos la capacidad de entusiasmarnos con los cambios y, si nos empeñamos, podemos diseñar nuestra personalidad, lo que vamos a ser en el futuro.
El cerebro viene programado para cumplir dos objetivos: la supervivencia y la búsqueda de la felicidad. Y también tiene dos actitudes:
- Está determinado por el miedo. Educamos a los niños, desde muy pequeños, diciéndoles cuidado con esto, cuidado con lo otro… Ese cuidado siempre está generando miedo. Y la prudencia es buena, mientras no vaya más allá.
- La confianza. Nos permite afrontar la vida con seguridad y superando el miedo. Esa confianza la aportan principalmente los padres y, también, los profesores, los tutores, el Colegio.
Aprender a vencer el miedo
La resiliencia es la capacidad de afrontar una situación adversa, superarla y salir fortalecido. De esta manera, nuestro cerebro desarrolla los mecanismos para afrontar situaciones cada vez más difíciles sin tener miedo.
El resiliente tiene el convencimiento de poder salvar los obstáculos a pesar de que las circunstancias estén en contra. Al haber resuelto otras dificultades, su cerebro piensa que también va a solucionar esta. En él, emerge un comportamiento ejemplar que destaca en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos. Por eso, el resiliente se acaba haciendo competente.
Etapas para el desarrollo de la resiliencia
La resiliencia no quita el sufrimiento pero nos hace ser capaces de estar ahí, superando adversidades y siendo felices aunque tengamos ese reto. Para desarrollar la resiliencia hay tres pasos, la fórmula de las 3 A:
- Aceptación. Aceptar aquella realidad que no podemos cambiar.
- Adaptación.
- Actitud. Es el factor multiplicador del potencial del cerebro. Por eso, hay que trabajar con los jóvenes las actitudes positivas.
En nuestro proyecto educativo vamos más allá de aportar conocimientos; queremos que nuestros alumnos aprendan a saber hacer. Pero, además, somos conscientes de la importancia de las actitudes y las capacidades: el poder hacer y el querer hacer. Por eso estamos comprometidos para hacerles crecer en la resiliencia que, sin duda, es clave para su desarrollo personal y profesional futuros.